Al buscar en Google “Burnout”, encontramos muchas entradas relacionadas con los síntomas, cómo detectarlo y tomar medidas. Sin embargo, pocas veces sabemos cómo gestionar este agotamiento en los equipos de trabajo desde un rol de liderazgo.
Aunque hemos escuchado algunos sinónimos como “síndrome del quemado”, “desgaste laboral” y “síndrome de desgaste profesional”, entre otros, esta condición ha sido reconocida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como una enfermedad laboral que causa estrés crónico, agotamiento, negativismo y desconexión con los logros personales.
Antes de hablar sobre la prevención desde el liderazgo y algunos síntomas que se pueden presentar, en Kubadili consideramos importante primero eliminar algunos estigmas que rodean el tema, tales como:
“Eso solo le pasa a pocos.”
“Eso no pasa en mi equipo de trabajo.”
“¿Está sobreactuando para no trabajar?”
“Mejor no digo nada porque no sé qué decir si tiene eso.”
Es fundamental derribar estos estigmas de manera personal y en el entorno laboral. Algunas acciones que pueden ayudar a la prevención desde un rol de liderazgo son:
Actuar como ejemplo para el equipo, recalcando la importancia del cuidado personal y la resiliencia.
Implementar buenas prácticas y herramientas para fomentar un entorno de trabajo saludable, promoviendo la autonomía, el respeto y la confianza.
Desestigmatizar y naturalizar el tema de la salud mental a través de la psicoeducación.
Generar espacios de confianza y respeto para el equipo de trabajo, como retros, feedback y reuniones 1:1.
Hacer preguntas abiertas para identificar posibles estados en el equipo que permitan abrir el diálogo: ¿Cómo te estás sintiendo últimamente? ¿Cómo van las cosas en tu vida, más allá del trabajo?
Evaluar las cargas de trabajo.
Compartimos algunos síntomas, no para realizar autodiagnóstico, sino para identificar señales y poder guiar a los miembros del equipo cuando presenten alguna situación:
Sentimientos de falta de energía o agotamiento. Sentirse constantemente cansado, incluso al iniciar el día.
Aumento de la distancia mental y emocional con respecto al trabajo. Disminución de la empatía, sentimientos negativos o cínicos con respecto al trabajo y falta de compromiso.
Sensación de ineficacia y falta de realización.
Tensión muscular, dolor de pecho, taquicardia, dificultad para dormir, trastornos digestivos constantes y sin causa aparente.
Irritabilidad, sentirse sobrepasado, pensamientos negativos, pensamientos ansiosos, dificultad para desconectarse, dificultad para concentrarse, disminución de la memoria, preocupación en exceso, procrastinación, evitar responsabilidades, malos hábitos alimenticios (no comer lo suficiente o comer en exceso), entre otros.
En el ámbito laboral, podemos llevar a cabo algunas buenas prácticas para promover un espacio de trabajo saludable:
Celebrar logros.
Tener una actitud empática.
Fomentar espacios de diálogo seguros.
Enfatizar la importancia de los diferentes tipos de descanso: físico, mental, sensorial, emocional, social, creativo y espiritual.
Posicionar al equipo de trabajo como una red de apoyo emocional en momentos emocionalmente desafiantes para sus integrantes.
Y sobre todo, tener en cuenta que si un miembro del equipo está sufriendo, nuestro rol nos permite acercarnos y guiarlo hacia pedir ayuda profesional.
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